Todavía recuerdo el roce de tus labios en mi cuello, el sabor de tu boca y la mía fundidas en un beso eterno. Las caricias de tus manos temblorosas a mi vientre liso. El tacto de tus dedos, ágiles y expertos, recorriéndome por dentro. Recuerdo todo eso y mucho más.
Me hablaste de tu
infancia, de tus sueños, tus anhelos. Me hiciste confidente de tus
secretos más oscuros, de tus miedos. Sin proponérmelo, me convertí
en el guardián de tu menoría. Y después… me abandonaste a mí
suerte, me dejaste a la deriva, sola, abrumada por el peso de mi
carga.
He soportado mil
envites y mareas, años de distancia y soledad y sin embargo, no te
guardo rencor porque he compartido tus lágrimas, tu dolor.
Hoy por fin mi
viaje ha terminado, otras manos, muy distintas a las tuyas me
acarician, me han sacado de la arena, me han abierto, desplegado tu
alma. Estaba hueca y me llenaste.
Ya puedo caer y romperme en mil pedazos.
Hoy, ya no seré nunca más esa botella que llevaba tu mensaje.
Ya puedo caer y romperme en mil pedazos.
Hoy, ya no seré nunca más esa botella que llevaba tu mensaje.
Pevima.
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